lunes, 23 de junio de 2014

Perdona, la próxima vez llegaré tarde

El otro día estuve en unas jornadas mañaneras de lo más interesantes. Me empapé de todo lo que allí los conferenciantes dijeron y sobre todo disfruté de su habilidad para despertar en todos nosotros el interés. Un buen aplauso se merecen ellos, quienes a pesar de los pesares mostraron paciencia y no se perdieron en sus exposiciones.

Allí, entre el público, pasó lo que siempre pasa y que vemos con toda naturalidad y normalidad pero que no debería ser así.

Empezamos tarde, con eso ya contábamos pues cuando se marca una hora de inauguración, en realidad es la hora en la que los políticos atienden a los medios de comunicación. Como no daba tiempo a inaugurar las jornadas porque los políticos tenían que estar en otro sitio, al que ya también seguro que llegaban tarde, la primera exposición comenzó con los consabidos minutos de cortesía para unos y descortesía, como alguien me apuntó oportunamente, para otros.

Puerta que se abre y se cierra, gente que busca una silla vacía, que como siempre está en la primera fila, a donde llega algo encorvado pensando que así se hace invisible. Si tiene suerte, alguna amiga le ha cogido sitio (ellos no guardan sitio) poniendo una discreta rebeca sobre la silla y empieza a hacer señales visibles para que la amiga que ha llegado tarde la vea. Todos la vemos menos la encorvada invisible.

Mientras todos estamos atentos para ver si la señora que ha llegado tarde ve las señales de su amiga y se sienta de una vez, el conferenciante trata de no despistarse. Cuando esto ocurre con una, dos y tres personas, el conferenciante ya no calla sino que se anima a indicarle al interesado tardío - aquí señora, aquí está su amiga con el sitio guardado-.

Esta situación es parte de toda convocatoria y de nuestra rutina diaria en la que nos pasamos la vida quedando a una hora para no llegar casi nunca a esa hora, convirtiéndose ésta en algo simplemente orientativo.

La impuntualidad es un hábito generalizado aquí y en otros muchos sitios. Pero no pasa nada, porque siempre está la cortesía del puntual. Además que al puntual no se le ocurra decir nada porque le cae algo así como

-Hijo cómo eres, no es para tanto-.


El whatsapp lo soluciona todo

Lo de llegar tarde tengo claro que no es una opción ni educada ni respetuosa hacia los demás pero sí que es la más práctica: llego tarde y con poca suerte todavía no ha empezado el acto, me ponen silla o me la guardan y hasta a veces, por deferencia al tardón, repiten lo que ya han oído los puntuales al comienzo de la reunión y si hay información adicional en carpeta o dípticos se la hacen llegar a través del resto de la fila de puntuales.

Esto no sé si siempre ha ocurrido pero una que ya tiene unos añitos casi siempre lo ha visto. Es cierto que en algunos sitios mucho más que en otros.

Ahora además contamos con una nueva escusa tecnológica que se suma a las tradicionales (autobús/metro, aparcar coche, llamada de teléfono a última hora, reloj retrasado pero nunca adelantado...). Sino díganme ustedes qué pasa cuando encima nos avisan por whatsapp de un retraso.

-Ya voy- reza el mensaje mandado dos minutos antes de la hora convenida. Lenguaje tecnológico que quiere decir “que estoy empezando a querer salir de casa”.

Entonces todo está perdonado y justificado. La conversación cuando por fin llega el tardón bien podría ser algo así:

-Pues si te he mandado un whatsapp-; -no es culpa mía que no lo leas-; -mira, mira aquí está el mensaje que te he mandado. ¿Ves? Te he avisado-.


Hala y la persona tardona se queda tan feliz.

Conclusión, al puntual le toca callarse porque hasta puede que el impuntual “guasapeador” tenga razón.

-¡Qué tonto estoy! a quién se le ocurre no mirar el whatsapp dos minutos antes- se dice a sí mismo el puntual para terminar respondiendo al “todorazóntardón” 

-Perdona la próxima llegaré tarde, te avisaré por whatsapp dos minutos antes y te diré que no te enfades porque no es para tanto-

Y así poco a poco los impuntuales son cada vez más impuntuales y los puntuales son impuntuales y llegará un momento en nuestra vida en la que los puntuales hayan desaparecido y se hable de ello como una curiosidad de la especie humana en los libros de texto.

Una puntual obligada a ser impuntual para sobrevivir.

Para otra ocasión dejo los móviles que suenan inoportunamente y las conversaciones que todos escuchamos pacientemente.

5 comentarios:

  1. Muy buen artículo.
    Totalmente de acuerdo contigo, ya lo sabes!
    Aurora

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  2. !Toda la razón Laura. Además de todo lo que expones, los impuntuales siempre tienen una excusa preparada, que puede abarcar todo tipo de imprevistos imaginables. Por eso yo termino diciendo: que los puntuales, además de serlo es que no sabemos mentir.

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  3. Se me olvidó decir que soy Paquita

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  4. Totalmente de acuerdo con vosotras. Hay algunos que no tenemos whatsapp. Y lo de comenzar tarde los actos es una muy mala costumbre que tenemos. Salud.

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  5. Efectivamente, los impuntuales son una especie que cada vez abunda más, sí. Y la cuestión es que los demás colaboramos con ellos para que se multipliquen. Deberíamos quitarles el carnet de asistencia a los eventos puntuales.

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