Hace unos días la
frase “el verdadero poder es el servicio” que el Papa Francisco I pronunciaba
ante decenas de representantes de países muy diversos, resucitó en mí el
principio, tan antiguo como olvidado en el tiempo, que nacía con la propia
palabra “política” y que estudiábamos con la historia clásica y la filosofía.
Algo tan sencillo
como que la política (del latín politicus y esta del griego πολιτικός politikós
'civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano) nace como una actividad necesaria en
sociedades en las que se va complicando la convivencia. La política surge como
el ejercicio del poder que siempre debe buscar el “bien común”. Lo mejor para
el común de la ciudadanía.
Un principio que no
necesita de grandes conocimientos, largas lecturas concienzudas ni de elevados tratados filosóficos. Por el
contrario, sí que necesita en los últimos años de una profunda limpieza de
conciencias y actitudes, de morales torcidas y comportamientos egoístas. Porque si desde una moral cristiana
“el verdadero poder es el servicio”, desde la propia esencia de la política es
ejercer ese poder poniendo como prioridad a la persona en su conjunto.
“El bien común”
está pidiendo a gritos una gran campaña de propaganda, de difusión y
comunicación. Necesitamos que estas dos sencillas palabras estén presentes en
redes sociales, marquesinas de autobuses, farolas, carteles de publicidad,
octavillas, cuñas radiofónicas, en vídeos, en la televisión, en coches
particulares, balcones, megafonía, pegatinas, camisetas deportivas, en webs,
blogs, móviles, sms, whatsapps y todos los medios digitales habidos y por
haber… En los soportes más tradicionales y en los más tecnológicos y
tridimensionales.
El objetivo no es
otro que los ciudadanos no olvidemos lo que es la “política” y por tanto el
político. Y sobre todo para recodar a nuestros políticos, desde los que nos representan
en el Ayuntamiento hasta quienes lo hacen en Bruselas y demás sedes de
organismos internacionales que “bien común” nos incluye primero a los demás y
luego a ellos.
El bien común es
para quienes votan al partido en el poder y para quienes votan a otro o a
ninguno, para los amigos e incluso para los enemigos, para el que me cae bien y
el que me cae regular, para el vecino que me critica, el que me muestra su
acuerdo y el que sólo sabe regalar los oídos al gobernante con alabanzas y
aplausos.
El político que no
olvida la raíz de la propia política busca lo mejor para la mayoría (sin
olvidar las minorías). Esto exige unos
principios morales muy firmes, un elevado sentido de la justicia (de la que no
está escrita en los libros de leyes) y una alta habilidad e inteligencia para
gestionar este tipo de bien. El bien común es contrario al “yo y mis amigos
primero”, a la acumulación de poder, a la soberbia, la mentira, el oscurantismo
y al protagonismo continuo entre otras muchas cosas. Es por tanto y enlazando
con lo dicho por el Papa, servicio.
La próxima campaña
electoral haremos nuestra propia propaganda ciudadana con dos palabras
solamente “BIEN COMÚN”, eso sí en mayúsculas.
Laura Figueiredo
Preguntas:
- ¿Es posible recuperar el principio de “bien común” entre nuestros políticos o es una utopía a estas alturas?
- ¿Se ha olvidado también el bien común en el desarrollo del poder entre nuestros políticos más cercanos o por el contrario en las pequeñas localidades éste está aún presente?
- ¿Qué puede pervertir el bien común entre nuestros políticos más cercanos?
Laura, creo que nuestros políticos no entienden, en general, lo que el Papa dice de que "El verdadero poder es el servicio". Quizás con los mensajes que Francisco I va a seguir enviando, puedan llegar a plantearse algún día un cambio en sus actuaciones. Paquita.
ResponderEliminarPaquita es una pena que una frase tan de principios cristianos y no cristianos, quiero decir de principios humanos, sea titular mundial. Algo no funciona.
EliminarLaura
Que los que detentan el poder sirvan al bien común es una utopía, pero una utopía por la que podemos empezar a luchar cada uno en el ámbito de poder que tengamos, aunque sólo sea con nuestros hijos, el vecino o el chucho. Quién sabe, a lo mejor empezamos a generar otra forma de ver a los que nos rodean que quizás algún día se contagie a todos, incluidos nuestros gobernantes... pero si no empezamos desde abajo difícilmente llegará arriba.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo. La verdad es que el sentido del bien c0mún está olvidado en todos los espacios. El sentido del servicio no está en nuestro comportamiento habitual. Este tema merece otro post aparte.Laura
EliminarPor fin puedo acceder a tu blog tras más de un problema. Me gusta tu sentido crítico y conociéndote sé que es sano tanto en el ámbito político como en otros muchos del día a día.-
ResponderEliminarHola María, sé que eres tú aunque no hayas puesto tu nombre, imagino que no tienes cuenta y has olvidado ponerlo al final. Gracias pero creo que ese sentido lo tenemos todos lo que pasa que lo tenemos dormido y aletargado. Así se va erosionando y las opiniones quedan dormidas. Puede que resulte más cómodo.Laura
EliminarHola Laura. Respondiendo a las preguntas que lanzas, creo que en la actualidad nuestros políticos, cercanos y lejanos, no anteponen el bien común (algo tan claro a veces) a otros condicionantes como la disciplina de partido y voto, las directrices de Bruselas, ... Un ejemplo de ello es la última reforma de la Constitución, algo que parece tan difícil de hacer, que se hizo estando de acuerdo los dos principales partidos, con nocturnidad y alevosía, para establecer que lo más prioritario para un país es pagar la deuda a los bancos, antes que la educación , la sanidad, la dependencia, etc. en fin lo que creo que es EL BIEN COMÚN.
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