La educación ciudadana hace ya mucho tiempo que se ha
convertido en un protocolo, en una lista de cosas que se deben hacer y de cosas
que no se deben hacer. El objetivo es el garantizar un mínimo de convivencia
entre las personas.
Así desde pequeños nos enseñan que no se debe gritar por la
calle ni poner la música a todo volumen, hay que tirar los papeles a la
papelera o dejar salir antes de entrar. Cosas básicas que también es cierto que
se van olvidando, aunque este sería otro tema.
Además, observo cómo en esa lista se incluyen nuevos
términos que damos en llamar habilidades sociales con las que buscamos más el
éxito personal que el bien común de la comunidad. Palabras como asertividad o
empatía son parte esencial en ese saco de herramientas con las que nos aseguran
el logro de nuestros objetivos individuales.
Un poco más allá en ese protocolo está el devolver las cosas
que nos encontramos y más cuando se trata de algo importante para la persona
que lo ha perdido: documentos, documentación y por supuesto dinero. Se trata de
ser educados y buena gente.
La historia es bien sencilla y breve. Mi amiga Ana pierde su
cartera en un centro comercial de Madrid y no se da cuenta de ello hasta que al
poco de llegar a su casa recibe una llamada. Un señor ha encontrado su cartera
con toda la documentación, tarjetas múltiples y dinero. Ella comprueba que
efectivamente no tiene su cartera y agradece a esta buena persona su
comportamiento y llamada. Él la apremia para poder devolvérsela “pues te hará
mucha falta” y está dispuesto a retrasar su reunión de trabajo para esperarla y
entregarle la cartera. Ana se da cuenta que en realidad esta buena persona se
estaba poniendo totalmente en su lugar, eso que damos en llamar empatía y que
su actitud iba más allá de lo que cabe pedir en estas situaciones.
Lo más sencillo
hubiera sido entregar a la policía la cartera pero se molestó en localizar a la
propietaria cuanto antes porque sabía el trastorno de perderla, investigó para
averiguar el número de teléfono y se organizó para que recuperara lo antes
posible toda la documentación. Cuando Ana conoce a su ángel de la guarda
éste simplemente le explica que ha hecho lo que ha hecho por una simple
“cuestión de honor y educación”.
Sí, claro que hay gente buena y educada pero hay gente que
va más allá y se toma tantas molestias por algo que ya ni se menciona: por
honor. Lo sencillo entre la gente buena y educada hubiera sido entregar la
cartera a la policía. Lo más seguro es que todo hubiera ido más lento y a Ana
nadie le hubiera quitado la sofoquina y el lío de anular tarjeta por tarjeta al
margen del sentimiento de inseguridad que
estas situaciones crean.
Ana me contaba que lo sucedido además, ha servido para
enseñar a sus hijos que hay gente no solo buena. Hay gente que actúa desde una
cualidad moral que le lleva a superar lo que el protocolo recoge. Y es que
hacer el bien “por cuestión de honor y educación” bien merece la pena. De paso
repasaron entre todos el significado de la palabra honor que va más allá que el simple protocolo.
Laura Figueiredo
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